Читать книгу El tesoro oculto de los Austrias онлайн
111 страница из 139
La segunda carpa, también picó en la caña de Juan, por lo que no pudo reprimirse y lanzó a su padre una pregunta con cierto sarcasmo.
– ¿Estás seguro de que has puesto bien el cebo? – dijo mirando hacia el agua y con una leve sonrisa.
– No te vanaglories tanto, aunque parece que no has perdido tus facultades, hasta ahora has tenido simplemente más suerte que yo, pero como dice el refrán, esto no es como empieza, sino como termina, y además hasta el rabo todo es toro.
– Ya padre, pero no olvide que el refranero dice también que a quien madruga Dios le ayuda.
– Claro hijo – replicó el doctor Ibarra -, y también que no por mucho madrugar amanece más temprano.
Estaban precisamente en ese debate sobre el pozo de sabiduría que representa el refranero español, cuando Alejandro Ibarra consiguió su primera pieza, lo cual celebraron ambos con inusitada algarabía.
Tras conseguir algunas carpas más de diversos calibres, decidieron hacer un alto a media mañana para degustar un bocadillo de fiambre y empinar la bota de vino que conservaban desde los tiempos en que el abuelo iba a pescar.