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Terminaba de hablar Isabel cuando llegaron a la orilla del estanque grande, donde Juan se detuvo repentinamente quedando maravillado ante la magnitud de ese lago artificial, y ello a pesar de la cantidad de veces que había tenido ocasión de contemplarlo.
– Miras el estanque – dijo Isabel sorprendida –, como si fuera la primera vez que lo ves.
Juan, aunque oía a Isabel, seguía absorto en la contemplación del paisaje que tenía delante y no era porque lo viera por primera vez, sino porque ante el relato de Isabel sobre Abú Simbel, era la primera vez que se le ocurría que quizás la entrada del famoso túnel legendario estuviera justo delante de ellos, oculta bajo las aguas del lago y fuera ese el motivo por el que nadie lo había visto, pudiendo ser esa la razón por la que con el tiempo había quedado en el olvido. Lo mismo que habría sucedido con el templo egipcio de no haber sido previamente rescatado.
– ¿Estás aquí? – preguntó Isabel agitando su mano frente a los ojos de Juan intentando reclamar su atención.