Читать книгу Cuarenta años y un día. Antes y después del 20-N онлайн

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Frente a Portugal, sin embargo, España, precisamente cuando media Europa había caído (Italia, Portugal, Hungría, Polonia) o estaba a punto de caer (Alemania, Austria, Grecia) bajo dictaduras militares, autoritarias o fascistas, había conocido a lo largo de la Segunda República la irrupción de las masas en la vida pública y puesto en marcha con los partidos obreros, a lomos de la ola de un entusiasmo inversamente proporcional a la prudencia política, un amplio y radical programa de reformas. Quizá demasiado revolucionarias y concomitantes como para desarmar a las derechas, de las que tras las elecciones de noviembre de 1933 dependía el Gobierno del Partido Radical. Pero, divididas entre sí y con el radicalismo hundido por la corrupción, las derechas habían sido derrotadas en febrero de 1936, cuando una alianza de Frente Popular, que de esta forma se estrenaba en el panorama europeo (adelantando lo que pasaría unos meses después en Francia), triunfó en las elecciones. En los meses siguientes un débil gobierno republicano no había conseguido ni encauzar los conflictos sociales, ni parar la violencia política falangista callejera, por un lado, ni la iconoclastia anticlerical por otro. Se lo habían dificultado unas izquierdas radicales (anarquistas, trotskistas, caballeristas del PSOE y comunistas del PCE) que anunciaban la inminente revolución (cada cual a su manera), coincidiendo tan solo en el rechazo de la «democracia burguesa». En este clima muy tenso cuajó la conspiración militar, que venía de atrás y que llevó al alzamiento del 17 y 18 de julio de 1936. Un golpe que habría tenido que concluirse rápidamente con la instauración de una dictadura militar y que, debido a su fracaso, llevó al conflicto civil.ssss1

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