Читать книгу Si tuviera que volver a empezar.... Memorias (1934-2004) онлайн

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A las pocas semanas la compañía había cambiado sensiblemente en su preparación y el teniente Esteban, con su gran voluntad y entusiasmo, fue el principal artífice de esta transformación. Tengo que recordar la extraordinaria colaboración que recibí del sargento Ortiz para inculcar la firme disciplina militar a los soldados en todo acto de servicio y que requiere un breve relato de sus antecedentes por tratarse de un caso insólito. Antes debo decir que, tan pronto llegué a la unidad, conocí la afiliación política de toda la oficialidad: el capitán Ródenas, el comisario Herranz y yo pertenecíamos al partido Comunista, aunque yo por edad militaba aún en las Juventudes Socialistas Unificadas. Los tenientes Esteban y Mortes, eran anarquistas; el teniente planells, era republicano y el teniente Sáenz sin afiliación definida, pero avalado por la Unión General de Trabajadores. El comisario tenía una ficha de cada uno de los componentes de la compañía, donde iba anotando el comportamiento de cada uno: carácter, de donde procedía, inclinación política por sus expresiones verbales, además de los datos que iba recibiendo del comisario de la división. En cuanto a los sargentos todos procedían de los Servicios Técnicos de la Telefónica de Madrid y que por su cualificación habían sido asimilados a estos grados. Pero del sargento Ortiz no se tenían antecedentes. Era un hombre corpulento, muy educado, parco en sus expresiones, serio e iba siempre impecable con su uniforme. Saludaba a sus superiores y recibía sus órdenes con un temple disciplinario que yo encontraba excesivo. Cuando iniciamos el plan intensivo que originó descontento en la compañía le observaba con atención en su misión y me di cuenta de que dominaba a la perfección la instrucción militar en sus diversos movimientos. Se lo comuniqué a Ródenas y lo aprovechamos para que dirigiese la instrucción a las demás secciones y en muchas ocasiones era él quien dirigía las marchas de toda la compañía. El comisario recibió un informe sobre él que nos aclaró su situación. Era sargento de la escala profesional y no se le había concedido el ascenso a teniente por considerársele indiferente. Debía de estar en observación. De acuerdo con Ródenas y Herranz y con el fin de tantear me dirigí a él diciéndole que me había enterado que procedía de la escala profesional y por tanto me sorprendía no hubiese ascendido a oficial. Me contestó que le propusieron, pero, como él era apolítico, no lo había aceptado y así seguiría hasta que terminase la guerra y sólo aceptaría ascensos cuando le correspondiesen por escalafón y precisamente en el arma de ingenieros no se ascendía con mucha facilidad.


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