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–Bueno, representatividad sí la hay –dijo el Búho–. El problema consiste en que, en nombre de la planificación, se cometen verdaderas barbaridades y, en nombre del desarrollo económico, se ha sacrificado el político.
–Pues entonces no la hay.
Ya teníamos mucho rato hablando de lo mismo y no podíamos ponemos de acuerdo en todo; pero, en general, teníamos la convicción de que en algún sitio estaba la clave. Hacía falta estudiar y buscar nuevos ángulos de enfoque.
–Hay algo por ahí que no está funcionando –continuó Raúl–. No podemos simplemente hablar de «estalinismo», «burocracia», etcétera. Es al contrario: hay un elemento que permite el fenómeno, que permite el ascenso de individuos como Stalin.
–Y su tolerancia por años –interrumpí.
–Sí, por algo llegan y se les tolera. Lo más alarmante es que no sucedió en un país: en diversos grados afectó a todos los países socialistas. ¿Pero qué es? ¿En dónde está? Hay un error que se viene cometiendo sistemáticamente.
–La centralización –insistí.