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—Pregunta con confianza, amigo –replicó Baris.

—¿Por qué ha vuelto? O, mejor dicho, ¿por qué vino en primer lugar? ¿Qué quiere? ¿Qué hay en este antiguo bosque que encarne en él tan fuerte obsesión?

Los labios del primer druida dibujaron una mueca de frustración y meneó la cabeza.

—Maki anhela lo que todo hombre con poder –contestó–, más poder. ¿Pero por qué viene hasta aquí buscando alcanzar dicho propósito? La respuesta a esa pregunta es trágica. Dime, Leto, ¿has oído alguna vez hablar de Aveleth?

—Aveleth –repuso el arquero mientras fruncía el ceño–, he escuchado ese nombre en algunas canciones, en las más añejas creo. Pero debo confesar que no estoy demasiado familiarizado.

—Eso es de esperar –continuó el primer druida mientras todos lo escuchaban–, es una divinidad de una mitología casi olvidada.

—Entiendo –replicó Leto mientras asentía con la cabeza–. ¿Y qué tiene que ver esta antigua diosa con Maki?

—Lo que ocurre –repuso Baris agravando la voz– es que existe una vieja profecía, leyenda mejor dicho, que afirma que Aveleth vive aquí en Eirian, más precisamente en los bosques de Eloth. Y que otorgará grandes poderes a quien consiga cortejarla. Maki ha prometido que carbonizará hasta el último de nuestros árboles con el fin de encontrarla.


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