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Con ello, quien realmente soporta esos gastos es el constituyente de la anticresis. Para comprobar el saldo de los frutos que percibe el acreedor y los gastos que ha de soportar, debe rendir cuentas al deudor, salvo cuando se haya estipulado que los frutos se compensen con los intereses de la deuda. Por último, el acreedor que posee la cosa ha de cuidarla como un buen padre de familia.

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El derecho de anticresis se extingue, en principio, por las causas generales a los demás derechos reales y, en particular, a los accesorios, entre las que se encuentra la de por extinción de la obligación garantizada. Además se extingue por la renuncia y por la realización del valor del inmueble gravado, procedimiento éste que satisface la deuda.

Extinguida la anticresis por el pago del deudor al acreedor por entero, el acreedor devolverá el inmueble a su dueño (artículo 1883.1).

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Nuestro sistema tradicional viene asentado sobre la base de tres garantías reales: prenda, hipoteca y anticresis. La ley de 16 de diciembre 1954 de la Hipoteca Mobiliaria y la Prenda sin Desplazamiento, alteró este régimen jurídico, surgiendo dos nuevas figuras: