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Pero esto no altera el número maldito del 5%. Con frecuencia he dicho que, si la innovación fuera una especialidad médica, donde el 95% de los pacientes van mal, su ejercicio requeriría de médicos hechos de una pasta especial. ¡La misma pasta que necesita un gestor de innovación!

¿PROTEGEMOS LA PROPIEDAD INTELECTUAL?

–Dr. K, hemos oído que quieren mandar ustedes un artículo sobre el proyecto. ¡No pueden hacerlo, se cargarían la patente! –advertimos al equipo, como ya hemos hecho en tantas charlas divulgativas sobre patentes.

–Vaya, ¿y estáis seguros de que tenemos que patentar? –nos contesta el Dr. K, dejándonos con una cierta inquietud.

Inquietud que proviene del hecho de que raramente está tan claro que haya que patentar, o en términos más generales, proteger la propiedad intelectual. No es evidente que haya que hacerlo, tampoco lo es cuál sería la mejor figura (patente, modelo de utilidad, registro de software, secreto industrial), ni mucho menos cuándo sería el momento apropiado. Qué hacer con la propiedad intelectual, y cuándo, es una de las decisiones más problemáticas en un proyecto de innovación. Por desgracia, el investigador o innovador no suele estar familiarizado con las sutilezas de estos procesos, por lo que, aunque intentemos hacerle partícipe de las decisiones, estas recaen básicamente sobre las espaldas del gestor.

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