–Me he enterado de que un invento del Dr. X, de mi servicio, va a generar retornos. ¡Me parece indignante que eso se haya hecho sin mi consentimiento, y además yo debería figurar como inventor principal, pues todo se hizo en mi servicio y gracias a mí! –nos grita enfurecido el Dr. K, que en este caso no fue quien vino con la idea, pero se presenta ahora ante nosotros, acusándonos por nuestra pésima gestión, e insultando al Dr. X, desleal donde los haya, que ha emprendido esta iniciativa a sus espaldas y confabulado con la UAI.

Si algún lector piensa que esto es una exageración totalmente irreal, déjeme decirle que (al igual que en el resto de escenas), me baso en casos directamente conocidos por mí, casi literalmente. Y que he observado hechos similares en numerosas ocasiones, en el momento en que los retornos económicos hacen acto de presencia, o bien a veces ante su mera posibilidad cercana.

Resulta sorprendente lo fácil que resulta trocar un éxito técnico y de gestión en un fracaso personal e institucional, sobre todo si el gestor no ha sido precavido durante el proceso y ha previsto que esto pueda pasar. Es necesario poner mil ojos en el entorno durante el proyecto, y tratar de identificar personas o instituciones que puedan sentirse dejadas de lado, cuando al final llegue el reparto de medallas (o de euros).