Читать книгу La soportable gravedad de la Toga онлайн

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Para la segunda parte de la queja no necesitaba consultar el expediente. Me acordaba perfectamente cómo tras concluir un procedimiento administrativo, y a pesar del espaldarazo de la sentencia con el que estaba relacionado, no tenía del todo claro que existiese base para presentar la siguiente demanda por responsabilidad de la mutua. Le di muchas vueltas e incluso avancé un borrador, pero tras consultar con dos peritos me di cuenta que el proceso tenía más riesgos que ventajas. Así se lo había comunicado a la clienta que me había autorizado para no seguir adelante, con el recuerdo de sentirme aliviado.

Sin embargo, al leer luego su comentario me di cuenta que eso le había provocado cierta frustración, porque confiaba en mí, en que diese de nuevo con la tecla adecuada para repetir el éxito, quizás porque inconscientemente generé esa expectativa y al ver mis dudas se sintió defraudada.

Entendiendo sus sensaciones le expliqué que quise ser prudente porque había que esperar a la tramitación de la reclamación administrativa para tomar la verdadera medida de las posibilidades del caso. Con buen humor se lo tomó, aunque yo sabía que le había fallado, alabando ella mi sinceridad al hablarle entonces con tanta franqueza. Entonces me despedí diciéndole que quedaba a su disposición para lo que en el futuro precisase, a lo que me contestó con retranca y el típico comentario de funeral: “si tengo que volver a verte que sea en otras circunstancias para mí”. Asentí entre risas.

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