Читать книгу Violencia de género: retos pendientes y nuevos desafíos онлайн

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Para terminar el comentario sobre este episodio atendemos la versión de Cristina de Pisán, primera mujer cuya opinión sobre Lucrecia se ha conservado. La autora de La ciudad de las damas (1405) no está de acuerdo con la visión mantenida en la Edad Media de que la culpa recaía sobre la víctima de la violación. La primera escritora de la historia de la literatura europea propone en este sentido una ciudad para las mujeres construida y defendida por grandes mujeres de la historia, donde se cambia la valoración de las agresiones sexuales. En el capítulo cuarenta y cuatro de la segunda parte “Donde se citan diversos ejemplos para refutar a los que dicen que a las mujeres les gusta ser violadas, comenzando por Lucrecia”, se dirige a la virtud de la Rectitud y exclama. “Señora mía, lo que vos decís es bien justo y estoy convencida de que existen muchas mujeres hermosas, virtuosas y castas que saben guardarse de las artimañas de los seductores. Por eso estoy desolada e indignada al escuchar a los hombres que repiten que las mujeres quieren ser violadas y que no les desagrada nada ser forzadas, aunque se defiendan fuertemente. Porque no puedo creer que ellas obtengan placer con tamaña abominación”. Rectitud le responde “No creas, querida Cristina mía, que las damas virtuosas y honestas obtengan el más mínimo placer en ser violadas; más bien al contrario, y ningún dolor les podría ser más insoportable. Muchas lo han comprobado por ellas mismas, por ejemplo, Lucrecia (…) Algunos afirman que a causa de la violación de Lucrecia se promulgó una ley condenando a muerte a todo hombre que violara a una mujer; es una pena legítima, moral y justa”ssss1.

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