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Ahora bien, es imprescindible comprender que, el hecho de que un embarazo pudiera interrumpirse, poco o nada tenía que ver con la actual conceptualización del aborto. Únicamente se veía con buenos ojos si el que ordenaba tal intervención era el pater. Por el contrario, aquellas mujeres que voluntariamente prefirieran no tener hijos eran calificadas como egoístas, por dar más importancia a sus propios intereses, o de inmorales, por ir contra natura. A estas, se las acusaba de propiciar la destrucción familiar, más si tenemos en cuenta la denominada como “estafa de hijos” al marido. En este sentido ya Demóstenes, en su discuso Contra Neera (122) había dividido a las mujeres en cuanto a su utilidad –reproductiva–: “las prostitutas para el placer, las concubinas para la vida diaria y las esposas para dar hijos legítimos”. De este modo, la decisión o voluntad de la mujer gestante en cuestión nada importaba, pues el aborto y la anticoncepción resultaban atentados contra la razón de ser de las esposas y del orden lógico del matrimonio en sí mismossss1.

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