Читать книгу Espiados. Un agente: Marcelo D'Alessio. Un juez: Alejo Ramos Padilla. El poder argentino, en jaque онлайн

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En la planta baja también había una sala de juegos con una mesa de ping pong, un flipper, dos casas de madera con muñecas que utilizaría su pequeña hija, y estantes llenos de juegos de mesa y demás artículos de entrenamiento. En la habitación contigua había una PlayStation conectada a cuatro volantes, uno con pedales y palanca, y parlantes de sonido, que brindaban una experiencia audiovisual completa, a la hora de jugar los simulacros de carreras de Fórmula 1, por el circuito de Mónaco, que alberga la disputa por el Gran Premio de Monte Carlo.

Los televisores de 43 y 32 pulgadas decoraban, al menos, unas seis paredes de la fortaleza de la familia D’Alessio. También había una sala de música. Sus paredes estaban revestidas de paneles de goma espuma fonoabsorbente que en su interior poseían lana de vidrio. Los mismos eran idénticos a los que se utilizan en los estudios de radio, y tienen como objetivo eliminar las interferencias y lograr una exquisita reflexión del sonido. Dentro del estudio estaban apostados una batería con platillos, otra electrónica y dos teclados de piano. La afición por la música era uno de los vicios del espía.

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