Читать книгу Espiados. Un agente: Marcelo D'Alessio. Un juez: Alejo Ramos Padilla. El poder argentino, en jaque онлайн

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Los baños de la mansión acompañaban el resto de los ambientes. Eran espacios amplios, con excelente ventilación y estaban revestidos con distinguidos porcelanatos. El garaje, con espacio para albergar hasta tres vehículos, era multifuncional. A veces, D’Alessio lo utilizaba como estudio de fotografía. La comitiva del Juzgado encontró dos flashes de estudio Prometh E400, un panel de dos metros de fondo blanco, dos paraguas blancos, un soporte para fondo, dos trípodes para flash y una cámara de fotos Canon EOS 5D.

En el patio trasero había una pileta climatizada que ofrecía como paisaje árboles y un césped prolijamente cortado. Este último imitaba un enorme colchón color verde –igual al de los dólares– en el cual reposar y respirar el aire, que tan distinto parecía, dentro del country.

En el primer piso, además de las habitaciones, con amplios vestidores de madera, estaba la oficina del espía. Dicho espacio fue el que más nervioso puso a D’Alessio cuando los investigadores pisaron el elegante piso de madera del ambiente. Era la bala de plata del espía.

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