Читать книгу Espiados. Un agente: Marcelo D'Alessio. Un juez: Alejo Ramos Padilla. El poder argentino, en jaque онлайн

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Llegaron al destino a las cuatro de la tarde. Al no tener confirmado que D’Alessio se encontrara en su domicilio, hicieron una guardia a pocas cuadras del country, en el Shopping Las Toscas, ubicado en calle Formosa 653. Entre los 70 locales, 15 stands y los 2 polos gastronómicos, la comitiva de Alejo Ramos Padilla esperó los resultados de la escucha directa en uno de los patios del centro comercial. Tuvieron tiempo hasta de almorzar; Mauro Leandro Labozzetta, secretario federal del Juzgado, se compró una hamburguesa con papas y una gaseosa.

La confirmación de la presencia se dio a las seis de la tarde, momento en que el juez, los funcionarios del Juzgado, la comisión de las fuerzas de seguridad y los testigos de actuación se presentaron en el acceso del barrio cerrado.

El espía estaba esperándolos. Vestido con remera de algodón gris topo manga corta, pantalón verde musgo y zapatillas combinadas, el supuesto director de la DEA estaba de pie en la puerta de madera de su mansión. Alejo Ramos Padilla y Marcelo Sebastián D’Alessio estuvieron cara a cara por primera vez. El icónico momento duró unos segundos. Ingresaron al lugar a las 18:47. El diálogo inicial entre el magistrado y el denunciado fue asincrónico. El espía confundió la identidad del juez y, producto de ello, trastabilló más de lo que hubiera querido. El titular del Juzgado Federal de Dolores apenas estaba tomando magnitud del sismo que comenzaría a transitar de ahora en más:

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