Читать книгу Espiados. Un agente: Marcelo D'Alessio. Un juez: Alejo Ramos Padilla. El poder argentino, en jaque онлайн

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Oración tras oración, los párrafos invitaban a ser consumidos con el desparpajo lógico de quien se estaba enterando de que en suelo argentino había vidas que se vivían de manera cinéfila. Verbitsky, viejo conocedor de los poderes que estaban del otro lado de la grieta, y sabiendo que Lilita había golpeado primero, tenía en claro que esta no había logrado un nocaut. La contraofensiva fue con grabaciones acompañadas de puño y letra de uno de los periodistas más reconocidos del país, quien, a pesar de usar lentes, evitó el astigmatismo de los medios, y encontró nuevos ángulos para narrar el mismo hecho que había primeriado la diputada nacional oficialista.

En síntesis: si Carrió había advertido sobre el qué al periodismo –esto es, el allanamiento–, el “Perro” Verbitsky detalló el cómo, cuándo, quiénes y el porqué. Las cartas estaban echadas, ¿y ahora?

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El mismo viernes 8 de febrero la investigación continuó su curso. Alejo Ramos Padilla comenzó a analizar algunas de las pruebas y realizó nuevos pedidos. Solicitó al comité del barrio Saint Thomas Este los registros fílmicos. El fiscal Juan Pablo Curi dictó una orden de presentación al hotel Sheraton de Mar del Plata por haber secuestrado una factura de pago en uno de los autos de D’Alessio en el que figuraba que se había alojado en dicho lugar. La defensa del espía presentó un descargo mediante el cual cuestionó la edición de los videos, audios y capturas de pantalla que había presentado Etchebest. Además, deslindó de responsabilidades al fiscal federal Carlos Stornelli y, para demostrar voluntad y esclarecer los hechos, D’Alessio se mostró proclive a aportar las claves de los teléfonos de su esposa y dos hijos, aunque, por consejo de sus abogados, no haría lo mismo con su iPhone X.

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