Читать книгу Espiados. Un agente: Marcelo D'Alessio. Un juez: Alejo Ramos Padilla. El poder argentino, en jaque онлайн

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Inmersos en la nueva realidad, a media mañana del 11 de febrero, un hombre esbelto, de barbita prolijamente recortada, con un rodete y varios hombres robustos que lo custodiaban se presentó en la mesa de entradas. Su abogado habló primero: “Buenos días, soy el doctor Rodrigo González. Mi cliente, Leonardo Fariña, quiere realizar una declaración por la causa que investiga el juez”. La mujer que los recibió les pidió que aguardasen unos minutos. La empleada le comunicó al juez la novedad. Ramos Padilla tardó unos minutos en recordar quién era el personaje que había causado estupor en el edificio. Accedió al pedido y ordenó que le tomaran declaración y fuera filmado. Intrigado por ponerle una cara al nombre, salió un segundo de su despacho y saludó a los hombres de traje.

Doctor, tengo más custodios yo que usted”, le dijo Fariña al reconocer al juez, con quien buscó romper el hielo en ese primer encuentro. El hombre formaba parte del Sistema de Protección de Testigos y era conocido como el “valijero K”. Años atrás había estado preso por haber confesado la evasión de millones de pesos; ahora acudía a Dolores como un posible damnificado. El juez se limitó a informarle cómo sería la declaración y no cruzó mayores palabras. Ciertamente, a Ramos Padilla le llamó la atención la cantidad de efectivos que tenía, ya que eran muchos más que los que poseía su dependencia.

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