Читать книгу Desde el suelo онлайн
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—¿Es todo cuanto tiene que decirme? —preguntó la señora Amelia.
—Todo.
—Voy a considerarte como un miembro de mi familia, y así me encuentro más cómoda para hablarte, ¿te parece?
—Lo agradezco mucho, lo necesito.
—¿Nunca regresaste a tu hogar paterno por temor o por honor?
—Quizá por ambas cosas.
—Pienso que ha llegado el momento de hacerlo y cuanto antes, mejor. Tú no puedes seguir deambulando por estas calles mendigando y perdiendo tu salud. Además, creo firmemente que eres una persona que tiene mucho que decir y contar. Lo digo porque, como sabes, estuve leyendo algo de lo que has escrito; tus versos, tus poemas son exquisitos, de una gran sensibilidad… Me encantaría oír uno de ellos. Me parece…
—Ya los recité, en plazas como estas y en diferentes lugares, pero no sirvió de nada. Bueno, para sustentarme día a día.
—Olvida esa época. Ya has pagado demasiado cara tu falta o error.
Galindo calló y, acariciando a Capulino, bajó la cabeza para evitar que la señora Amelia viera rodar alguna lágrima por su rostro.