Читать книгу Desde el suelo онлайн
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—Pues muy bien, pero yo deseo que vuelva a mí, ¿lo comprende?
—Claro, por supuesto. Déjeme que termine de explicarle lo que sucedió, ¿sí?
Al cabo de tres días de haber sido ingresado Galindo en aquel centro hospitalario, el doctor decidió darle el alta. Aquella misma tarde, como había hecho durante todos los días que estuvo Galindo encamado, la señora Amelia estaba junto a él.
—¿Adónde piensa dirigirse? —le preguntó ella.
—¿Adónde cree usted? Al mismo sitio, ¿dónde voy a ir?
—Volver a mendigar en el estado que se encuentra sería una torpeza, se expondría a sufrir una recaída que podría causarle mucho daño y graves consecuencias… Según me ha informado el doctor, ha estado muy cerca de padecer una neumonía, ¿lo comprende? ¿Qué le parece si reposa unos días en mi casa?
—Señora, yo no puedo pagar ningún alquiler, no puedo permitírmelo. Usted sabe mejor que nadie quién soy y dónde me conoció.
—Dónde le conocí, sí, pero quién es aún no lo sé. ¿Recuerda cuando me dijo su nombre y apellidos?
—Sí, creo recordarlo.