Читать книгу Desde el suelo онлайн

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Llegó a conocer Madrid muy bien, paso a paso, calle por calle, barriada por barriada, y fue en la de Vallecas donde encontró a Capulino. Ya por aquel tiempo, el tono y el timbre de su voz habían mermado considerablemente, siendo su declamación suave y delicada.

—Capulino, hemos llegado y, como verás, todo está en orden. Se ve que la «brigadilla» hoy pasa más tarde, mejor así. Voy a ver qué podemos recabar hoy, porque la despensa está vacía. Quédate aquí que vuelvo enseguida.

Aquel veintiséis de diciembre, la normalmente transitada esquina estuvo muy tranquila y pocas personas fueron las que pasaron por allí, de modo que la recaudación fue pobre.

Fueron muchos los grados bajo cero que el termómetro registró aquella madrugada navideña, tantos que el frágil y débil cuerpo de Galindo al despertar la mañana no pudo alzarse como siempre. Permanecía tendido, con fiebre altísima. Capulino, sentado a su lado, temblaba y movía su cola sin cesar.

La señora anciana, a la que tantas veces Galindo agradeció su ayuda cuando depositaba algo en su gorrilla, caminaba hacia aquella zona. Deseaba hablar con Jacobo, porque desde el día que él le dijo cuáles eran sus apellidos no dejó de pensar: «¿Dónde los he oído yo antes?».

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