Читать книгу Desde el suelo онлайн

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—Capu, ya te has despertado, ¿eh? Pues vamos a desayunar. Hoy hace menos frío que ayer, creo que debemos de salir a pasear ahora. Vámonos antes de que pase, ya sabes, la «brigadilla recogelotodo». Además, las calles hoy están casi solitarias, hay poca gente que transite por ellas, ¿sabes por qué? ¡Porque es sábado y ayer fue día de Navidad!, ¿comprendes? No importa, yo tampoco lo entiendo mucho, pero es así.

Despacito comenzaron a bajar por la Gran Vía.

—¿Sabes, Capu? Nos hicimos amigos, aunque no fue fácil. Te hablo del compañero que tuve en la celda, del que te hablé anoche y no te enteraste…

No teníamos nada en común, discrepábamos en muchas cosas y era eso precisamente lo que nos ayudaba a no entrar en un estado triste y depresivo. Las discusiones eran grandes y escandalosas. Él me consideraba un soñador, aunque siempre creí que llegó a tenerme cierto respeto y aprecio, al menos así lo quise entender. Todas las malas experiencias que sufrió siendo joven, sobre todo ser huérfano y estar confinado en un correccional, lo marcaron mucho y tuvo la debilidad de escoger el camino equivocado. Sus dos maestros de las malas artes, apodados el Pecho Lobo y el Gallina, fueron los que le enseñaron que había fórmulas de poder vivir sin trabajar, y siguiendo unas reglas de aprendizaje era cuestión de tiempo el hacerse profesional dentro de aquel mundo, en el que era fácil de alcanzar todo cuanto quisiera, sin ser visto, en silencio y solitario. ¡Qué mal aconsejado estuvo!

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