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¿Sabes, Capu? Me dijo que su primer éxito como «abrecajas» fue en un supermercado situado en un pequeño pueblo cerca de Salamanca, donde amenazó a la cajera y pudo obtener todo el dinero que había dentro de la registradora sin ningún problema. Fue fácil y rápido y eso le animó. Allí comenzó su carrera como delincuente, pero según me fue contando, después de ejecutar tantos y tantos atracos, y desvalijar cajas fuertes en viviendas privadas e incluso intentarlo en una entidad bancaria, he llegado a creer que él, sumido en su mundo, ese espacio fuera de la ley, nunca se detuvo a pensar las graves consecuencias que le podía acarrear.

Estuvimos unidos mucho tiempo en aquel inolvidable espacio donde tantas historias quedaron flotando entre paredes sordas y mudas, nuestras y quién sabe de cuántos otros. Historias que nadie nunca sabrá ni los muros podrán contar. Al Búho lo indultaron antes que a mí y me quedé solo durante el resto de mi condena; nadie más ocupó aquella celda.

VI

—Capu, nos hemos alejado mucho hoy. ¡Estamos casi al final de la calle Princesa! Vamos a regresar, porque son casi las ocho y no vaya a ser que…, ya sabes, ¡que nos dejen limpios!

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