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—¿Sabes, Galindo? Mi hijo ya tiene sus añitos y su novia Josefina ha cumplido los treinta. De modo que ya va siendo hora, ¿no crees? Me refiero a que se casen y tengan familia, ¿sabes?

—Claro, señora. Yo también lo creo así.

—Ay, espero que sí. Él dice que para julio lo quiere hacer, ¡vamos a ver!

Comencé a introducirme en el mundo de la poesía y visitaba lugares donde se reunían jóvenes poetas, siendo el Conservatorio de María Cristina en la plaza de San Francisco de Málaga donde se celebraban más recitales. En aquel magnífico salón de conciertos, fue donde una tarde conocí a Isabel, bellísima joven de la cual quedé prendado. Ella solía ir a algún concierto de música clásica y en ocasiones a recitales de poesía. Charlamos en el entreacto, en el famoso salón de los espejos, y qué coincidencia, vivía con los padres muy cerca de mí, en calle Alderete, justo al lado de una taberna llamada Los Palomitos, famosa por sus reuniones de cantaores flamencos y guitarristas.

II

—¿Oyes, Capu? Buen chico, veo que te has despertado. Pues bien, vamos a tratar de comer algo. Tú espérame aquí que voy a ver qué consigo.

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