Читать книгу Desde el suelo онлайн

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Galindo y Capulino comenzaron a caminar con dirección a calle Princesa y, al llegar a la plaza de España, Galindo se sentó en uno de los bancos cerca de la fuente. Allí Capulino disfrutaba corriendo y saltando sin alejarse de su amo, en un arbusto alzó la pata y orinó.

Las horas que elegía Galindo para pasear a su perro siempre eran al amanecer o bien entrada la noche; la presencia de ambos por donde quiera que pasaban molestaba y de eso era consciente Galindo, por eso evitaba la multitud.

—¡Ay, mi querido Capu, con qué poco te conformas y qué feliz eres! Te veo saltar y brincar y me contagias. Ven a mi lado, ven. Siéntate un rato que estás asfixiado. ¿Sabes que he recuperado parte de mi felicidad desde que estoy contigo? Pues sí, porque la perdí hace mucho tiempo, como perdí tantas otras cosas en el camino que recorrí. Que, por cierto, cuando anoche te hablaba de Isabel, en aquellos días, y ahora viene al caso de seguir contándotelo, yo andaba completamente enamorado y quizá algo desquiciado, pero era tan grande mi ceguera que no podía ver la realidad. Cuando descubrí el peligroso juego en el que Isabel estaba inmersa y disfrutaba, inconsciente del daño que causaba, ya era tarde para retroceder. Capu, vamos a volver porque hoy es buen día de recaudo. Mañana, como sabes, se juega la gran lotería navideña y presiento que nos va a ir muy bien.

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