Читать книгу Desde el suelo онлайн

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—Bueno, Capu, ya estamos aquí. Esperaremos a que se seque un poco la acera, porque si sacamos ahora los cartones, se van a mojar, ¿te parece? Pero vamos a poner la gorrilla, que algo caerá. Vamos a sentarnos en el escalón. ¿Sabes? Nos encontrábamos celebrando la despedida de soltero de Carlos en aquella taberna cuando aparecieron dos individuos: uno apodado el Camaleón, con la guitarra en mano, y otro que respondía con el nombre del Peluso, el cantaor. Ambos dieron las buenas tardes y después de felicitar a Carlos se sentaron en una esquina. El camarero les llevó una botella de vino blanco y comenzaron a cantar, según me dijeron por bulerías. No sabía si lo interpretaban bien o mal, porque yo esos cantes no los conocía, aunque me sonaba un poco desafinado.

Sobre las nueve y media de la noche, la fiesta estaba muy animada y más de uno ya comenzaba a exteriorizar los efectos del alcohol. Se unieron en grupo cantando con los flamencos, y eso empeoró la actuación del dúo de una forma considerable, siendo insoportable el ruido tan espantoso. Yo también había consumido algunas copas de vino y estaba alegre, y con un fino en la mano me acerqué a la puerta de entrada a respirar un poco de aire fresco. No habían pasado ni cinco minutos cuando decidí entrar de nuevo y unirme a la reunión, pero cuál fue mi sorpresa al ver pasar a Isabel. Caminaba sola, ella no me vio. Me temblaron las manos derramando un poco de vino, no daba crédito a mis ojos, pero ¡era ella! Deposité mi copa en el mostrador. Lucas, el camarero, me preguntó:

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