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Marcharme de Málaga fue lo primero que pensé. Creí que era lo más prudente y necesario por mi seguridad y mi paz. Sentí pánico y no me concentraba en nada de lo que hacía, lo pensaba una y otra vez… Dejar atrás todos mis proyectos, mis poetas, la alegría de la gente, mis sueños… era algo que me haría mucho daño, pero si Isabel decidiese delatarme, el daño sería aún mayor. ¿Cómo demostraría mi inocencia? La respuesta a mis dudas fue ausentarme, aunque no de una forma inmediata, porque pensé que quizá podría despertar sospechas, de modo que lo haría después de la boda de Carlos.
Una de las pocas cartas que escribí a mi madre fue para decirle que me marchaba de España, aunque no le di detalles del motivo; creo que hice lo mejor para evitarle un sufrimiento añadido. Ella era la persona que me enviaba por correo postal sin fallar ni un mes suficiente dinero para poder sobrevivir, y siempre creí que lo hizo a espaldas de mi padre, el cual nunca preguntó por mí.
Hoy es un día grande, se juega la lotería navideña, el gordo.