Читать книгу Desde el suelo онлайн

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—¿Se marcha?

—No, solo voy a dar una vuelta para despejarme.

Salí de la taberna y, guardando una distancia prudencial, comencé a seguirla.

Isabel caminaba subiendo la cuesta de Capuchinos y continuó por la carrera del mismo nombre hacia la fuente de Olletas. Yo la seguía con sumo cuidado de no ser visto. Dejando atrás la fuente, continuó por la carretera del camino del Colmenar. Oscurecía, y eso me beneficiaba. Isabel, al llegar a un lugar donde estaba cubierto por árboles en la primera curva de la carretera, alzó la mano saludando a alguien que no pude ver. Me fui acercando con sigilo, miraba en todas direcciones, pues quería asegurarme de que no había nadie en aquel lugar que notara mi presencia. Mi corazón latía a un ritmo más acelerado de lo normal. Una vez delante de aquella arboleda, oí voces y quise retroceder, pero no pude, y sin pensar en las consecuencias o el peligro que podría correr, me abrí paso entre la maleza. No tardé en descubrir lo que no quería ver, lo que me causó tanto dolor. Ante mis ojos, Isabel abrazaba a aquella persona, la que días antes vi en el río.

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