Читать книгу Desde el suelo онлайн

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—¿Has visto, Capu? Desde el suelo se ve a la gente como gigantes, y a nosotros casi nadie nos mira. Es como si no existiéramos. Somos incluso, diría yo, algo contagiosos e insignificantes, ¿verdad?

Cuando despertaron, las luces de la Gran Vía estaban encendidas. La lluvia había cesado y una gran multitud circulaba de un lado para otro con paquetes, bolsas, maletas y todo tipo de cajas con regalos y obsequios con vista a las Navidades, que ya estaban cerca.

Volvieron a su esquina y de nuevo extendió Galindo sus cartones, con la esperanza de obtener suficiente para una cena caliente.

—¿Sabes, Capu? Isabel fue el gran amor de mi vida. La pasión y los celos recorrían mi cuerpo hasta llegar a lo más profundo de mi alma, y sin darme cuenta mi capacidad y voluntad en el orden, disciplina y dedicación a los estudios iban desapareciendo sin poder controlarlos.

»Nunca supe la edad que tenía, no quería saberlo; además, no era cortés preguntar, aunque creo que aún no había cumplido los veinte años. Nuestras citas eran siempre a escondidas, en lugares distantes de nuestro barrio; no quería ser vista conmigo en público y yo me encontraba incómodo, pero era tanto el deseo de estar junto a ella que no preguntaba el porqué. Un buen día no acudió a nuestra cita. Anduve merodeando los alrededores de su casa, pero nada, ni rastro. Yo estaba inquieto y nervioso. También dejó de asistir a los recitales y conciertos del conservatorio. Pasé unas semanas llenas de angustia y temor, sin saber nada, y no me concentraba en mis estudios. Una tarde, cuando el sol descendía por detrás del monte coronado, me encontraba dando uno de mis paseos solitarios entre las pequeñas huertas justo detrás del río Guadalmedina, cuando me pareció ver a Isabel justo en la parte opuesta del paredón de este río seco, y no iba sola, le acompañaba un hombre que por su forma de andar y su figura supuse que sería su padre o algún familiar. El primer impulso que tuve fue dar un grito y pronunciar su nombre, pero me detuve y, por el contrario, aceleré mi paso y traté de cruzar el río para alcanzarles y asegurarme de que era ella, pero cuando me encontré en el lugar donde creí verles, habían desaparecido.

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