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IV

—Capu, ¿sabes lo que nos ha regalado don Basilio, el del bar? ¡Un paraguas! Según me dijo, alguien lo dejó olvidado hace tiempo y nadie lo ha reclamado. ¡De modo que nos viene de maravillas!, porque hoy creo que va a llover muchísimo. Fíjate en el cielo, esas nubes amenazan agua. Bueno, nosotros ya tenemos cobijo.

»Ah, París, Capu, París. ¡Qué maravilla de ciudad, qué armonía! Sus puentes y su río, sus calles y fuentes, su famoso arco y su grandiosa torre… ¡Ah! Capu, ¿sabes?, allí conocí a Marie Anne Favre, linda y culta mujer de procedencia suiza, nacida en Arles…

Fue una tarde que coincidimos admirando pinturas en un café a orillas del Sena donde se celebraba una exposición. Ella estudió Arte y uno de los pintores por el que sentía gran admiración era Claude Monet. Me contó que sus padres se trasladaron a Francia al comienzo de la Segunda Guerra Mundial y, según me dijo, los motivos fueron puramente comerciales. Pensaron que sus actividades como marchantes en obras de arte serían más lucrativas en zona francesa.

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