Читать книгу Desde el suelo онлайн
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—Capu, está anocheciendo. Vamos a ir a dar un paseo, que nos hace falta a los dos. Tengo las piernas entumecidas, todo el día tirado en esta esquina como un mendigo. Bueno, en realidad es lo que soy, ¿no? Tú conmigo no tienes porvenir, ¿sabes? Te lo digo por si quieres irte con otro amo, ¿sabes? ¿Quieres irte? Anda, corre.
Capulino sentado alzaba una oreja, la otra se le quedaba floja, y apoyado en sus patas traseras, con las delanteras comenzaba a golpear el vientre de Galindo.
—Bueno, bueno, ya sé que no te gusta que te hable así, pero tú eres libre, ¿lo sabes, no? Hoy vamos a caminar por calle San Bernardo. No queremos que nos miren mal por la Gran Vía y por aquí hay menos gente.
Capu en la esquina de calle Minas no pudo resistir las ganas de desalojar su vejiga.
De regreso, Galindo se detuvo en el bar de don Basilio y discretamente asomó la cabeza por la puerta. Capulino quedó sentado en la acera por orden de su amo. Uno de los dependientes del bar le acercó una bolsa. Galindo le dio las gracias y ambos continuaron su camino de regreso a la esquina.