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Al cabo de algún tiempo, y después de sufrir las pruebas necesarias, me aceptaron como controlador en la planta de embotellado en una empresa cuyos vinos eran de calidad media. Consumía mis días de trabajo sin ninguna satisfacción ni alegría, pero ya sabes, había que aportar algo a casa, aunque debo decir que Marie Anne también me ayudó muchísimo. Fueron unos años difíciles, pero Philippe fue el centro de nuestra felicidad.
Cierto día recibí una carta de mi madre en la que me informaba de que mi padre no se encontraba muy bien y deseaba verme. Yo deduje, por la forma en que ella se expresaba, que algo grave sucedía. La idea de regresar a España rondaba en mi cabeza y no dejaba de pensar en ello. Tenía muchas dudas y preguntas sin respuesta, estaba confuso. ¿Qué debía hacer?
—Capu, nos hemos quedado dormidos. Claro, anoche te hablé tanto que me dormí tardísimo. Es casi mediodía, vamos a tomar algo, ¿sí?
La nieve cubría el suelo madrileño; eran pocas las personas que transitaban por aquellos alrededores. Con dificultad, Galindo se dirigió al bar en la calle San Bernardo y pudo conseguir un poco de comida y café caliente.