Читать книгу Desde el suelo онлайн
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Galindo retiró su gorrilla de la acera, donde en su interior había más nieve que monedas, y arropándose con la manta junto a Capulino, continuó su relato…
Es curioso, ¿sabes?, porque me acuerdo de casi todo lo que te cuento, con detalles, incluso las frases que pronuncié. Recuerdo que cuando mi hermano detuvo su auto a pocos metros de nuestra casa, le dije:
—De todo lo que te he contado, por favor, te ruego que guardes un silencio absoluto, ¿de acuerdo?
Él no me respondió.
Como había supuesto, toda mi familia se encontraba allí reunida. Hubo distanciamiento y frialdad por parte de algún miembro cuando hice acto de presencia, pero no me causó malestar ni tampoco disgusto. Al contrario, fijé mi mirada en cada uno de ellos y por vez primera tuve la convicción de que la pieza que me faltaba para despejar y asegurar mis dudas encajó magistralmente: yo no formaba parte de aquel ambicioso enjambre.
Mi padre, en sus últimas voluntades, dejó mi nombre escrito en la repartición de bienes y heredé una parcela de terreno donde existía una casa deteriorada pero con buenos cimientos, justo a dos kilómetros fuera del pueblo dirección Logroño; le llamaban Las Molineras.