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—Supongo que sí. ¿Tan grave es?

—Puede ser, aunque ha pasado algún tiempo desde que ocurrió, pero…

—Pues vamos, cuéntamelo.

Cuando terminé mi relato, con todo detalle, de lo que me sucedió en Málaga, mi hermano se quedó durante unos minutos sin reaccionar, sin comentarios.

—Y bien, ¿qué me dices? Aún no te he dicho que estoy casado y tengo un hijo, ¿verdad?

Cristóbal no daba crédito a lo que estaba escuchando, pero rompió su silencio.

—Creo, Jacobo, que madre y padre deberían saberlo.

V

—Capu, está anocheciendo y hace frío. ¡Estás temblando! Ven, escóndete debajo de la manta. Voy a acercarme al bar, deséame suerte, a ver qué nos dan.

»Lo siento, pero no hay pavo. Tenemos albóndigas, pero yo te he comprado una lata de carne de esas que tanto te gustan, ¡está riquísima! A ver, ¿cómo estás? Aún no has entrado en calor. Bueno, ¡vamos a cenar como reyes!

»Hablando de reyes, para esa fecha me gustaría que estuviésemos alojados en otro lugar. ¿Qué te parece si nos vamos hacia la plaza Mayor, eh? Allí hay muchos soportales y más resguardados estaremos, ¿verdad? Bueno, ya veremos.

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