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LA CARACOLA
Tras dar el paseo matutino con mis perrillos, a las ocho de la mañana me presenté en el bar, donde había quedado en que me recogerían. Estaba tomándome un café cuando llegó Amanda… acompañada de Nina. No podía creerlo. Llevaba cinco días escondiéndome para no encontrarme con ella y la tenía allí, frente a mí de nuevo. «No, no puede ser que vaya a venir con nosotros. Será que se ha encontrado con Amanda», pensé.
Pues sí, no solo podía ser, sino que era. Mientras se acercaban a la barra, Amanda dijo que se había apuntado a la excursión. Intuí que lo hizo cuando, quizás, Amanda le comentó que había quedado conmigo, aunque posiblemente no tuviera nada que ver con mi presencia, pues Nina iba también de vez en cuando a la ciudad. Era posible que ya hubiese quedado con ella antes de ir a mi casa. «Pero no, porque de ser así me lo habría comentado», me dije. Y en esos pensamientos andaba cuando Nina se acercó, me dedicó esa sonrisa que me desarmaba y me plantó un beso en cada mejilla como si no hubiese pasado nada. No estaba enfadada…