Читать книгу Más allá de las caracolas онлайн
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Me preguntó qué tenía que hacer yo y le respondí que pasarme por la biblioteca.
—Si no te importa —dijo sonriendo—, acompáñame primero a una tienda y luego ya, con más tranquilidad, nos vamos a la biblioteca hasta la hora de comer.
—De acuerdo —respondí—, pero antes quiero decirte algo.
—Sí, dime lo que quieras.
—Quiero pedirte disculpas.
—¿Disculpas? ¿Por qué? —preguntó interrumpiéndome y mirándome directamente.
—¿Por qué? —repetí en voz alta. No podía creer que preguntase el porqué—. Bueno —continué—, el otro día en mi casa me porté de una forma un tanto grosera y lo siento, de verdad que lo siento. Aunque veo que no pareces estar enfadada.
—No te preocupes, ya sé que lo sientes, así que disculpas aceptadas. No tiene importancia. Y no, no estoy enfadada. Lo estaría si la que hubiese respondido así hubiese sido yo. Yo no soy responsable de tus palabras, así que no puedo enfadarme contigo por lo que tú hagas o digas. Eres tú quien tiene que ser consciente de tus acciones.
—Sí, tienes razón —respondí con cierto asombro ante su argumento, pues la verdad es que siempre solemos enfadarnos por lo que hacen los demás y casi nunca por lo que hacemos nosotros mismos.