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—Buenos días. ¿Cómo estás? Hace cinco días que no te veo.

—Bien —respondí con desconcierto mientras me daba cuenta de la precisión de Nina sobre los cinco días que hacía que no me veía. No entendía nada. Llevaba esos días evitándola, pero a la vez con la preocupación de lo sucedido en nuestro último encuentro, y ella se mostraba como si aquello no hubiese sucedido. ¡Qué mujer!

La llegada de Miguel cortó mis pensamientos y los cuatro nos dirigimos a la furgoneta. Amanda iba delante con Miguel, quien conducía, y justito detrás, nosotras dos. Durante el viaje, contemplaba el paisaje e intentaba no apartar la vista de la ventanilla mientras los otros tres viajeros, que no querían hacerse invisibles como yo, charlaban plácidamente. En una de las curvas, sin quererlo, o al menos sin buscarlo, mi cuerpo se fue casi encima del de Nina, rozando con mi brazo uno de sus pechos, lo que me produjo algo así como un cosquilleo eléctrico que me recorrió desde los dedos de los pies hasta el último pelillo de mi nuca.

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