Читать книгу Otra más онлайн

13 страница из 34

Cada cual durmió como pudo.

La mejor amiga de la hija mayor se enfiló dentro de su saco de dormir con su habitual pijama de franela celeste. Hacía frío. Todos se situaron donde consiguieron: cada uno cerca de otro.

El jefe de grupo se acostó cerca de la puerta, despegado del grupo de amigas, a una distancia prudente. La mejor amiga de la hija mayor quedó ubicada en ese confín. Durante la noche le pareció sentirlo arrimado a su espalda. Pensó que era una noche helada y que mientras dormía se habría desplazado buscando calor. Eso haría cualquier animal en la cueva de su manada, pensó. En otro despertar, el brazo del hombre se estiró y se apoyó en el cuerpo de la niña. Ella dormía enrollada para guardar el calor. Tuvo un micro despertar y no logró descifrar si los movimientos eran casuales. Abrió los ojos y esperó alguna señal. ¿Estará dormido o despierto? Tal vez es alguien que se mueve mucho de noche, pensó, tratando de tranquilizarse, pero igualmente una especie de alerta no la dejaba bajar los párpados y la mantuvo en tensión. Sostuvo el aliento para no despertarlo. No quería que se diera cuenta de que ella dudaba de ese brazo inoportuno. Volvió a cerrar los ojos e intentó dormir. El hombre se giró y finalmente quedó de espaldas a ella. Entonces se relajó y se durmió. En su próximo despertar la mano del hombre estaba en sus pechos. Inmóvil, casi no podía o no quería respirar demasiado. El corazón le latía fuerte. ¿Qué hace este hombre? Una sustancia desconocida invadía endotelios, mutaba un equilibrio, punzaba como minúsculos alfileres. Deseaba escapar, pero estaba como enterrada en la arena. Si se movía, tendría que hacerlo con un impulso de tal magnitud que la sacara de un solo tirón, si fallaba en la potencia quedaría aún más enterrada.

Правообладателям