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Esa noche las amigas más cercanas de la hija mayor decidieron quedarse a dormir con ella. El grupo de amigas quería acompañarla esa noche. No la dejarían sola. Dormirían todas juntas. Consiguieron permiso de sus padres para quedarse. Tres amigas del barrio y tres del colegio. Una de ellas, la del colegio, era su mejor amiga, quien la había invitado al grupo de Acción Social.

En el último momento también el jefe del grupo de la Acción Social decidió quedarse, para apoyar en el dolor a la familia. Era un hombre atlético, moreno, de veinticinco años que trabajaba en un negocio familiar y estudiaba historia en la universidad. Era muy querido en la familia Casas. Muy cercano al padre muerto con el que compartía el gusto por el fútbol y el acontecer nacional. Había apoyado a la madre en los trámites del velorio.

–Marita, yo la llevo a sacar los certificados al Médico Legal.

La llevó, la trajo, la abrazó cuando se los entregaron. También fue a la funeraria para contratar el servicio de transporte de los ataúdes. Organizó la misa fúnebre.

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