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2 de marzo
Una vida tranquila
“Pónganse como objetivo vivir una vida tranquila, ocúpense de sus propios asuntos y trabajen con sus manos, tal como los instruimos anteriormente” (1 Tes. 4:11, NTV).
Algunas veces creemos que nuestras vidas deben ser grandes para ser significativas. Pensamos que, para tener valor, debemos dejar un legado visible y extraordinario. Debemos organizar un evento multitudinario, adoptar a veinte niños o luchar contra la trata de personas, para que nuestra vida importe. Y aunque todas estas cosas son buenas, cuando pensamos que el tamaño determina el valor de algo, nos pasamos la vida corriendo, exhaustas. La inseguridad seguirá empujándonos a hacer más cosas, susurrándonos que lo peor que podría pasarnos es que nuestras vidas fueran absolutamente normales y pequeñas. Pero, como escribe Melanie Shankle en It’s All About the Small Things [Se trata de las pequeñas cosas], “pensar de esta manera puede hacer que perdamos de vista las pequeñas cosas que también pueden cambiar una vida: llevar un plato de comida a un vecino enfermo, sonreírle a la camarera que está teniendo un mal día, leerles a nuestros niños antes de ir a dormir, o simplemente orar con alguien que está pasando por un momento difícil”. La hermosa y liberadora verdad del evangelio es esta: lo pequeño es transcendental.