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No quiero sonar como el que se justifica para volverlo a hacer, ni mucho menos, menospreciar el gran remordimiento que siento al actuar desde mi cerebro reptil, desde mis memorias, el dolor que se genera de haber instaurado un recuerdo poco agradable para mi hija, desde donde ella de pronto se moverá para relacionarse conmigo y con el mundo, no quiero que esto vuelva a suceder.

Lo que me parece más fuerte de toda la historia es que, cuando pasó todo, ya había calma y una aparente tranquilidad; realmente no la había, no es así, el ambiente queda tenso, con toda esa energía liberada de la niña con miedo, yo desfogando todo ese fuego y mi esposa expectante de que no me vaya a equivocar, hacen que el espacio esté incómodo, la niña me buscaba, como tratando de compensar lo que había hecho; eso me duele profundamente, aún más en mi alma, mi corazón, ella llega con su carita de nobleza y amor a intentar contentar a su padre, y yo lo que hago es hacerme a un lado para terminar de calmarme por lo sucedido; qué gran lección de humildad y entrega al otro que me llega, ella muestra su amor propio para poder volver a su padre, tengo en casa a mi maestra.

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