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¿Cuándo nos sentimos solos, sin Dios? Especialmente después de haber pecado. La gran noticia es que nuestro Padre celestial no nos abandona cuando más lo necesitamos. La experiencia de Jacob, después de engañar a su padre Isaac para apropiarse de la primogenitura, enseña precisamente esa preciosa verdad.

Conocemos los detalles de la historia. Después de engañar a su padre y a su hermano, Jacob debió huir a Harán para salvar su vida. Según el libro Patriarcas y profetas, durante su viaje Jacob se sentía tan atribulado por su vergonzosa conducta, que incluso “temía que el Dios de sus padres lo hubiese desechado” (p. 182).

Una noche, mientras dormía, Jacob soñó con una escalera que con un extremo tocaba la tierra y con el otro el cielo. Además, escuchó la voz de Dios que le dijo: “Yo soy el Señor, el Dios de tu abuelo Abraham y de tu padre Isaac. A ti y a tu descendencia les daré la tierra sobre la que estás acostado. […]. Yo estoy contigo. Te protegeré por dondequiera que vayas” (Gén. 28:13, 15, NVI).

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