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Lo que más le dolió a Mike fue enterarse de que su “amigo”, en secreto, había protegido su propia inversión contra todo riesgo, de modo que cuando el proyecto se fue a pique, él nada perdió. Por si esto fuera poco, ni siquiera se dignó de ofrecer algún tipo de ayuda a Mike.

Dice el relato que, aunque el golpe fue severo, con el tiempo Mike “recogió los pedazos” de su fracaso, siguió adelante, y logró recuperar sus finanzas. Sin embargo, un día Mike supo que su amigo estaba en bancarrota y que su familia estaba pasando por tremendas dificultades. ¿Puedes imaginar lo que sucedió? Mike puso a un lado el pasado, y ayudó a su amigo a salvar su trabajo y también su familia.

Este es el milagro del perdón. Muy difícil, pero no imposible. ¿Por qué no es imposible? Porque nuestro Padre es un “Dios perdonador, clemente y piadoso, tardo para la ira y grande en misericordia” (Neh. 9:17). Él quiere morar en nuestro corazón, para que así como él ha perdonado nuestras ofensas, también nosotros perdonemos a quienes nos han ofendido.

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