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Grande tuvo que haber sido la sorpresa de Jacob. Por haber pecado, él creía que el cielo estaba muy lejos de él, pero en el sueño Dios le reveló que estaba muy cerca. Tan cerca, que Jacob dijo: “El Señor está en este lugar, y yo no me había dado cuenta” (vers. 16, NVI).

¿Había estado Jacob solo mientras huía? Es decir, ¿solo sin Dios? Nunca estuvo solo. A pesar de su pecado, Dios no lo había abandonado. ¿Por qué no nos abandona Dios, ni siquiera cuando hemos pecado? Porque “el Salvador [...] nunca abandonará a un alma por la cual murió. A menos que sus seguidores escojan abandonarlo, él los sostendrá siempre” (El Deseado de todas las gentes, p. 446).

Cuando por haber pecado te sientas inclinado a creer que Dios te ha abandonado, recuerda que “Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores” (1 Tim. 1:15). Es decir, a salvar a gente como tú y como yo.

Lo que esto significa, en pocas palabras, es que Dios no te ha abandonado, y nunca lo hará. Ahora mismo está muy cerca de ti. ¿No te has dado cuenta?

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