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Pero así como en este relato recibo una amorosa reprensión, también encuentro un poderoso estímulo. De todo cuanto ese día ocurrió en el Templo, fue el sacrificio de esa pobre mujer lo que más llamó la atención del Salvador. El Templo era imponente, también lo eran las ceremonias, pero lo que cautivó su atención fue la ofrenda más pequeña, proveniente de la persona que ocupaba el lugar más bajo del estrato más pobre de la sociedad judía.

¡Alabado sea Dios! Él nota y aprecia nuestros mejores esfuerzos. No importa cuán débiles, cuán pequeños, puedan parecer ante la vista humana, para él tienen mucho valor.

Gracias, Padre celestial, porque notas mis esfuerzos por serte fiel. En el precioso nombre de Jesucristo, tu Hijo, te ruego que suplas lo que yo con mis mejores esfuerzos no puedo lograr. Amén.

22 de febrero

El lugar secreto de oración

“El Señor es bueno; es un refugio en el día de la angustia. El Señor conoce a los que en él confían” (Nahúm 1:7, RVC).

¿Tienes un lugar favorito de oración? Natanael, “el de Caná de Galilea” (Juan 21:2), estaba en su lugar favorito de oración cuando Felipe lo encontró para decirle que habían hallado “a aquel de quien escribieron Moisés, en la Ley, y también los profetas: a Jesús hijo de José, de Nazaret” (Juan 1:45). Pero bastó que Felipe dijera “Nazaret”, para que el prejuicio indujera a Natanael a preguntar: “¿De Nazaret puede salir algo bueno?” (vers. 46).

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