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He leído que poco después de la muerte de Ronald Reagan, el 40° presidente de los Estados Unidos, su hijo adoptivo Michael Reagan comentó que de los muchos regalos que su padre le dio, ninguno logró superar al que recibió durante un vuelo aéreo que realizaron juntos en 1988, cuando Michael era todavía un niño: su padre le habló del amor de Dios y del amor de Cristo como su Salvador. “En ese momento no sabía todo lo que eso significaba, pero ciertamente lo sé ahora”, dijo.

¿Qué piensa hacer Michael con ese “regalo”? Dice él que se ha propuesto honrar la memoria de su padre al dar a sus hijos el mismo regalo que él recibió.

¡Esa es la idea! Que nuestros hijos puedan decir, sin avergonzarse: “¡El Dios de mi padre es también mi Dios!”

Dios de mis padres, hoy quiero que sepas que eres mi Dios, y que resuelvo hacer todo cuanto pueda para que también seas el Dios de mis hijos.

24 de febrero

¿Se puede pedir más?

“Ya no los llamo siervos, porque el siervo no está al tanto de lo que hace su amo; los he llamado amigos, porque todo lo que a mi Padre le oí decir se lo he dado a conocer a ustedes” (Juan 15:15, NVI).

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