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Apreciado amigo, amiga, cuando el desánimo quiera apoderarse de ti, y creas que Dios te ha olvidado, recuerda que Aquel que vio a Natanael debajo de la higuera, también te ve ti en tu lugar secreto de oración. Más aún, también te conoce de manera personal. Él sabe de las preocupaciones que ahora mismo te están robando la paz, así como también de los anhelos más arraigados en tu corazón. Lo mejor de todo es que, en el tiempo oportuno, responderá tu oración según lo que sea mejor para ti.
¿Qué tal si ahora mismo das gracias por ese maravilloso Salvador que es Cristo, el Señor?
Gracias, Señor Jesús, porque tus ojos no se apartan de mí, porque me conoces por nombre, y porque siempre estás atento a mis súplicas y oraciones.
23 de febrero
“El Dios de mi padre”
“El Señor es mi fuerza y mi cántico; él es mi salvación. Él es mi Dios, y lo alabaré; es el Dios de mi padre, y lo enalteceré” (Éxodo 15:2, NVI).
Entre tantas cosas buenas que un padre, una madre, pudiera legar a sus hijos, ¿cuál podría considerarse como el legado de mayor valor?