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Nazaret no había sido mencionada por los profetas como lugar de origen del Mesías; además, era un pueblo muy poco distinguido. ¿Cómo podría, por lo tanto, provenir de Nazaret el esperado Mesías? Natanael, sin embargo, no poseía toda la información. Aunque Jesús había crecido en Nazaret, no había nacido en Nazaret, sino en Belén; y de Belén sí habían hablado los profetas (ver Miq. 5:2). Lo cierto del caso es que Felipe no respondió a la pregunta de Natanael, sino que se limitó a decirle: “Ven y ve” (vers. 46). Dice el relato bíblico que “cuando Jesús vio a Natanael que se le acercaba, dijo de él: ‘¡Aquí está un verdadero israelita en quien no hay engaño!’ ” (vers. 47). Grande tuvo que haber sido la sorpresa de Natanael.

–¿De dónde me conoces? –preguntó.

–Antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi (vers. 48).

Estas palabras revelan que Natanael nunca estuvo solo en su lugar secreto de oración. En ese lugar ya lo había visto el Salvador. Aun más, según El Deseado de todas las gentes, cuando Felipe lo encontró, Natanael “oraba a Dios que si el anunciado por Juan [el Bautista] era el Libertador, se lo diese a conocer” (p. 113).

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