Читать книгу Nuestro maravilloso Dios онлайн
49 страница из 175
Según se desprende del relato bíblico, el ministerio de Juan el Bautista atrajo tantos seguidores que, en un momento dado, la gente llegó a preguntarse si él era el Cristo (ver Luc. 3:15). De hecho, de acuerdo con el libro El Deseado de todas las gentes, “la influencia del Bautista sobre la nación había sido mayor que la de sus gobernantes, sacerdotes o príncipes” (p. 150). ¿Podemos imaginar lo que habría ocurrido si Juan hubiera declarado ser el Mesías? Sin lugar a dudas, multitudes lo habrían seguido; pero los resultados habrían sido desastrosos.
Doy gracias a Dios porque Juan el Bautista sabía no solo quién era él, sino especialmente quién no era. Él sabía que no era el Cristo, sino uno enviado delante del Mesías para prepararle el camino (ver Juan 3:28, Mat. 3:3). Y también estaba consciente de que no era el Esposo, sino el amigo del Esposo (Juan 3:29). Y, precisamente porque sabía quién no era, pudo decir con referencia al Señor Jesucristo: “Es necesario que él crezca, y que yo disminuya” (Juan 3:30). ¡Esto es grandeza en su máxima expresión! La grandeza de un hombre que no tuvo problemas en ocupar el segundo lugar.