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“El salmo de Lutero”. Así llaman algunos eruditos al Salmo 46, porque en él se basó el gran reformador para escribir su conocido himno “Castillo fuerte”.

De John Wesley se dice que, antes de morir, durante toda la noche repitió el versículo siete del Salmo 46: “¡Jehová de los ejércitos está con nosotros! ¡Nuestro refugio es el Dios de Jacob!” Y, según el libro Profetas y reyes, muchos siglos antes los israelitas cantaron este salmo cuando, en tiempos de Josafat, Dios los guio en una contundente victoria sobre los moabitas y los amonitas (cap. 15).

¿Qué hay en el Salmo 46 para que a este hayan acudido los creyentes en busca de seguridad a lo largo de las edades? Si lo lees desde su inicio, notarás que la primera imagen que transmite es de turbulencia: la tierra se agita, las aguas se turban y tiemblan los collados. ¿Dónde encontrar seguridad en medio de tanta agitación? El Salmo responde: “Dios es nuestro amparo y fortaleza” (vers. 1), “nuestro refugio es el Dios de Jacob” (vers. 7, 11). Por lo tanto, hemos de “estar quietos” y conocer al Dios que es digno de ser exaltado entre las naciones (vers. 10). Pero ¿cómo “estar quietos”, cuando alrededor hay tanta conmoción?

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