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Gracias, Padre eterno, porque, a pesar de que no lo merezco, tu amado Hijo vino a este oscuro mundo a sufrir y morir por mí.
6 de febrero
¿Dar gracias por todo?
“Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús” (1 Tesalonicenses 5:18).
Si eres como yo, entonces tienes la tendencia a discriminar las experiencias que has vivido en dos grandes categorías: las “buenas” y las “malas”; y, peor aún, al igual que yo, recuerdas con más facilidad las malas.
Porque sé que esta práctica no es buena, agradecí a Dios cuando leí una declaración de Henri J. M. Nouwen según la cual una persona verdaderamente agradecida da gracias a Dios por toda su vida: lo bueno y lo malo que le ha ocurrido, los éxitos y los fracasos que ha experimentado, los momentos de gozo y los de tristeza por los que ha pasado. Es decir, tal como lo dice nuestro texto de hoy, ¡agradece a Dios por todo!
Sin embargo, la declaración de Nouwen no termina ahí. Luego añade que, mientras sigamos dividiendo nuestra experiencia pasada entre lo que nos gusta recordar y lo que preferimos olvidar, “no podremos reclamar la plenitud de nuestro ser como un don de Dios por el cual deberíamos estar agradecidos” (Bread for the Journey, 12 de enero).